Escritor, político, periodista e introductor de la obra de Gramsci, Agosti fue uno de los principales intelectuales marxistas y comunistas de la Argentina. De los retratos de Héctor P. Agosti que conozco, el más temprano es éste, de 1937: “Al ingresar en la Facultad de Filosofía y Letras, pocos meses después del golpe militar del 6 de septiembre de 1930, me encontré en medio de un estudiantado turbulento. Las provocaciones e injusticias del régimen uriburista llegaban hasta las aulas y atizaban la pasión política juvenil. Conocí entonces a Héctor P. Agosti, un Robespierre veinteañero, incorruptible, consumido por la fiebre y por la fe, parco, cenceño, siempre correcto y con un alma ingenua y bella asomándose a los ojos débiles. Paseaba su flaca figura por los pasillos, como un fantasma ensimismado. Eran días de lucha, de rebeldía. Y él, de pocas palabras, en la soledad, vivía por dentro ideales generosos”.
El pasaje pertenece a un artículo de Enrique Anderson Imbert, recogido por el autor en su libro La flecha en el aire. Agosti se hallaba entonces en la cárcel, condenado bajo la acusación de incitar a la insurrección con su prédica. En prisión fue sometido a toda clase de castigos, según se acostumbraba a hacer con los presos políticos desde Uriburu. “Sólo un intenso movimiento moral, una campaña que sacuda los espíritus, un despertar en la decencia pública podría liberar a Agosti”, escribió Anderson Imbert en ese artículo, que era parte de la misma cruzada que promovía. Y efectivamente se había constituido una comisión por la liberación del joven estudiante, compuesta por notables como Alfredo L. Palacios y Lisandro de la Torre, entre otros. Según los recuerdos de Dardo Cúneo, miembro activo de aquella comisión, ésta era presidida por Rogelio Frigerio, que había sido compañero de Agosti en la agrupación estudiantil Insurrexit.
En su primer libro, El hombre prisionero, Agosti recordaría sus largos días en la cárcel. Salió en libertad a fines de 1937, cuando contaba con 26 años y había dejado atrás el izquierdismo juvenil, en consonancia con la nueva línea del Partido Comunista, en que militaba desde la adolescencia. Abandonó sus estudios universitarios e inició una larga carrera en el periodismo, que comenzó en Crítica, donde se publicaron artículos suyos cuando aún estaba preso. Creo que la última estación de esa carrera fue Clarín, donde solía escribir con el pseudónimo de Hugo Lamel. En una carta al amigo muerto, el escritor uruguayo Enrique Amorim, Agosti aludirá al precio que para su vocación literaria habían significado las horas que entregó a este “segundo oficio”, su medio de vida. A lo largo de su prolongada militancia dirigirá varios periódicos y revistas partidarias –entre otras: Orientación, Nueva Gaceta, Nuestra Palabra, Cuadernos de Cultura– y compartió la conducción de publicaciones destinadas a reflejar y sobre todo a producir alianzas culturales, como Expresión en años del peronismo.
Agosti fue no sólo el más cultivado del elenco dirigente de su partido, sino también el más abierto, el más liberal, si el término cabe respecto de quien, por otro lado, era un comunista de estricta observancia. Investido de un reconocimiento que iba más allá de las filas partidarias por su producción como crítico literario y ensayista, él daría encarnación, como ningún otro, a la condición típica del intelectual comunista, un personaje de dos mundos y en ambos aceptado con reticencia, como él lo dejaría entrever en la carta ya citada a Amorim: “Esa vida doble según criterio de algunos, única para mí, inescindible, que lleva a los escritores […] a tenerme por un político y a los políticos a verme como un escritor y en ambos casos con una sonrisa entre piadosa y socarrona, es la vida total y complicada que asumí plenamente” (en Héctor P. Agosti, de Samuel Schneider).
Su visión de los problemas del país se definió en los años del ciclo antifascista de la cultura comunista. Si de acuerdo con esa visión, su partido era el heredero de lo que llamaba la tradición democrática y que hacía remontar a la Revolución de Mayo, él mismo se ubicaba en la línea sucesoria de una familia intelectual que tenía sus grandes nombres en José Ingenieros, Aníbal Ponce y, más atrás, Esteban Echeverría, el mentor de la generación de 1837. Le consagró un libro a cada uno de ellos. En el ensayo sobre Echeverría (1951), hará por primera vez amplio uso de los análisis de Antonio Gramsci sobre el proceso histórico italiano. La interpretación, desarrollada en aquel libro, del movimiento independentista iniciado en 1810 como revolución burguesa incumplida y de la burguesía argentina como una clase apocada, sin ánimo revolucionario, incapaz de ejecutar las tareas históricas propias de su clase, sobre todo en el ámbito rural, debía mucho a la lectura de los “cuadernos” de Gramsci. Ese empleo de la cantera gramsciana se fundaba en la convicción de que había muchas analogías entre los problemas del desarrollo socio-cultural de la Italia moderna y los de la formación nacional argentina.
Agosti no sólo dio impulso a la publicación en la Argentina de los escritos de Gramsci, sino que aconsejó a sus compañeros de partido la lectura del pensador italiano. En la Primera Reunión Nacional de Intelectuales Comunistas, que se celebró en 1956, cuando la Argentina post-justicialista parecía abrirse a varios futuros posibles, recomendó a sus camaradas que frecuentaran los escritos de Gramsci. Conviene releer constantemente sus “cuadernos”, dijo en la reunión que presidía, “porque me parecen uno de los modelos más eminentes de la crítica marxista”.
Antonio Gramsci
"Un rasgo de Antonio Gramsci es la imposibilidad de ser marxista sin traducir esa actitud hasta las consecuencias últimas que implica la formación del partido revolucionario de la clase obrera"
"Gramsci entronca naturalmente con el leninismo porque opera en las condiciones imperialistas del capitalismo (...) el rasgo distintivo del marxismo gramsciano es su giro leninista"
"Lo fundamental del pensamiento de Antonio Gramsci consiste en el examen de las relaciones recíprocas entre la estructura y la superestructura de la sociedad" (...) Es la lucha por rescatar la autenticidad del marxismo liberándolo de sus impregnaciones positivistas por un lado, así como del ciego determinismo que "espera" la llegada del socialismo"
Condición para el entendimiento y la unidad
" La primera necesidad en este orden consiste en torcerle el pescuezo al sectarismo, que es algo así como esforzarnos para encontrar el grado de racionalidad aprovechable que germine en opiniones que no son nuestras(...) Nadie imagine una especie de renuncia a cuanto cada uno de nosotros tiene por cierto y valedero. Me atrevo a asegurar que la pasión que más auténtica y lealmente nos sostiene es la condición propicia para abrirnos al entendimiento sincero de los demás"
Una trayectoria consecuente
Como hombre y militante de su tiempo lo alcanzan virtudes y aciertos, así como insuficiencias y errores del Partido Comunista a lo largo de su trayectoria. No podría ser de otra manera, ya que sólo en el ejercicio práctico de la lucha política, ideológica y de la indagación teórica, se avanza en el conocimiento de la realidad nacional y en los caminos para transformarla.
Desde una trayectoria consecuente, con esa calidad de unidad y disputa, es que su siembra se junta con otras siembras en el proceso de maduración y enriquecimiento actual del pensamiento nacional, popular y antiimperialista que avanza en nuestro país.
Fuentes: El nuevo tiempo de Héctor P. Agosti. Su aporte al pensamiento nacional, popular y antiimperialista, folleto del Centro de Estudios Segunda Independencia del Partido Comunista Congreso Extraordinario (PCCE)
Héctor P.Agosti, de Samuel Schneider
Héctor P. Agosti, Gramsci y la Argentina, nota de Carlos Altamirano
Héctor P.Agosti, de Samuel Schneider
Héctor P. Agosti, Gramsci y la Argentina, nota de Carlos Altamirano
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