“Ahí llega Ingallinella como un aire
pujante, con sabrosas carcajadas,
con el estetoscopio y su ternura
y la fluyente luz de la dialéctica.
Médico popular, siempre inclinado
sobre el dolor humano innumerable,
cerrando heridas y calmando angustias
con su segura mano solidaria.
Ya su sola presencia fortalece.
Como un sol servicial a todos llega
Reparte soluciones y horizontes.
Vitamina oportuna es su consejo.
( Junto a los antibióticos, receta
el último folleto del Partido.)
Está en el hospital y está en la célula.
Vela a la cabecera de su pueblo.
Presta oído al latir de la República
afanoso auscultando su desgracia.
Sólo cabe un diagnóstico: el marxista
Y un remedio tan sólo
puede curar el cáncer que la roe:
la unidad popular, ah salvadora.
Clínico de injusticias y miserias
su consultorio abierto está a los vientos.
Es la casa de todos: el reparo
del que busca salud y del confundido,
de aquél que busca un rumbo,
la razón de la vida,
su secreto.
Cuántos pibes
te deben la existencia, luz y aroma.
En cuántos que ya están creciendo a hombres
está su diestra protectora y cálida.
Cuántas vidas caminan con tu sello.
En cuánta militancia permaneces.
Cuánta dicha tu marca reconoce.
Tras matarte escondieron tu cadáver.
Vivo les dabas miedo: también muerto.
Del lugar ignorado donde yaces
brotan centellas que nos espolean.
Risueño y fraternal, sigue en su puesto.
(Alfredo Varela- “Abono Inagotable”)"
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