La mayor parte del salario (que representa la mayor parte de la sociedad) es destinada a alimentos, elemento esencial para la vida independientemente de necesidades culturales (ayer, hoy y mañana). Antes del gobierno de Néstor Kirchner, vivíamos en “el infierno” de hambrientos, de crecientes comedores comunitarios, de desocupados.
La
inflación y los formadores de precios
El principal rubro del Índice de Precios al
Consumidor (IPC) es el de alimentos y bebidas.
Si bien el aumento de precios puede tener más
de una causa, la inflación es en esencia un procedimiento de disminución del
salario real, del poder adquisitivo, mediante el aumento de los precios. La inflación
no es una ley de la naturaleza como la de la Gravedad. Los empresarios dicen,
por ejemplo, “si aumento los salarios tengo que aumentar el precio del producto
que fabrico” dando por natural que deben tener un piso de ganancia, cuando no
piensan en aumentarla. Su meta es la ganancia y es por esto que, haciendo sus
cuentas, muchas veces prefieren aumentar los precios y no la producción para
obtener la misma ganancia. A esto se la
llama “puja redistributiva”.
Por
pensar así, muchos empresarios fueron funcionales al neoliberalismo que
cerró fábricas en los ´90, fundiéndolos a ellos también.
El
rol del Estado
Las corporaciones, los monopolios u
oligopolios, que son los formadores de precios, discuten el rol del Estado: “Cristina
no puede meterse”, “Moreno no puede fijarnos los precios”.
Sin intervención del Estado, por ejemplo,
cuando los internacionales de los alimentos y commodities (como el del
combustible) suben, esos aumentos se trasladan al mercado interno. Con
determinadas magnitudes de retenciones a esas exportaciones –entre otras
posibles medidas-, los empresarios ganan menos o lo mismo exportando que
volcando la producción al mercado interno.
Si la inflación pasa un límite, al aumentar
el costo de la producción, en dólares, genera un retraso del tipo de cambio,
que hará que el dólar cueste menos de lo adecuado. Esta caída del tipo de
cambio haría menos competitivas nuestras exportaciones y más baratas las
importaciones, llevándonos a un déficit de la balanza comercial, que haría que
la economía crezca menos y que aumente la desocupación, lo que vivimos con
Menem y De la Rúa. O habría que devaluar la moneda, que el dólar cueste más,
produciendo la disminución del poder adquisitivo del salario, lo que vivimos
con Duhalde.
El
rumbo y Cristina
Tendencialmente, en Argentina el salario
real disminuyó en el período 1976-2002 y creció en el 2003-2012 (además, en los
mismos períodos bajaron y subieron los beneficios no salariales para el pueblo
como la inversión en infraestructura, ciencia, educación, etc.)
Tanto los abanderados de poner en primer plano
devaluar o valuar el peso respecto del dólar sin tener en cuenta el conjunto de
los aspectos económicos (situación internacional, grado de industrialización,
integración latinoamericana, desendeudamiento, recuperación de las AFJP,
reforma de la Carta Orgánica del Banco Central e YPF, entre otros) y políticos,
nos conducen a una derrota. Mucho más en la época del predominio mundial del
capital financiero, especulativo.
La
solución de fondo
Al cambiarla realidad, para continuar el
mismo rumbo, las medidas no pueden ser siempre las mismas sino que algunas
deben cambiar, variar, diversificarse e incluso las que ayer fueron positivas,
hoy o mañana pueden resultar negativas. Desde 2003 se ha demostrado esa capacidad
determinante.
La solución de fondo para tener un salario
justo y controlar los precios es estar “unidos y organizados”, es la fuerza política
que entienda las complejidades del rumbo, compuesta por miles y miles de “Moreno”
que participen para cambiar la correlación de fuerzas sin pensar que las
conquistas desde 2003 son “derecho adquirido” (como la Ley de la Gravedad), ni
que pueden consolidarse y profundizarse sin su participación.
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