“… (…) tradicionalmente la comunicación
entre nuestros colegas; comunicación que se remonta a
los viejos congresos penitenciarios del
siglo XIX y a la Unión Internacional de Derecho Penal, fue
una comunicación predominantemente entre
especialistas del hemisferio norte.
Los procesos y las experiencias dolorosas
de subdesarrollo y de subordinación de nuestra América
y la emancipación y las luchas no menos
dolorosas del continente africano, todas tienen secuelas
lamentables de violencia y de pobreza; la pobreza
también es violencia, y nos plantean problemas
específicos frente a los cuales se nos
impone esta comunicación sur-sur como una urgencia, es
decir, la comunicación entre los que
padecemos estos problemas.
Por supuesto que esto no implica dejar de
sostener y profundizar las relaciones con los colegas del
mundo central, en particular, porque
afortunadamente muchos de ellos son conscientes de la
situación planetaria y nos pueden ayudar a
pensar, pero como es natural, cada cual otorga prioridad a sus propios problemas y mal
podemos pretender que otros prioricen nuestros problemas cuando no lo hacemos nosotros
mismos.
Desde los países centrales, nos llegan
mensajes que corresponden a sus intereses y problemas concretos, en este momento la globalización
posterior a la caída del mundo bipolar de la guerra fría y la polvareda del fin de la historia
de la teocracia de mercado, surgen en el centro en este instante tendencias contradictorias y
complejas.
Los economistas nos avisan que la riqueza se sigue polarizando, que se concentra en menos manos, que la distancia entre ricos y pobres aumenta; no son buenas noticias, porque anuncian perturbaciones.
Los economistas nos avisan que la riqueza se sigue polarizando, que se concentra en menos manos, que la distancia entre ricos y pobres aumenta; no son buenas noticias, porque anuncian perturbaciones.
No cabe duda que hay crimen organizado, que
hay terrorismo, pero como siempre que hay malestar se busca un chivo expiatorio, en
este sentido, aunque sea absurdo, se perfila una marcada tendencia en atribuir todos los
males al crimen organizado, al terrorismo y, se agreganlos inmigrantes del sur.
El mundo central tiende a amurallarse, por
suerte se cayó el muro de Berlín, sí, pero se alzó un muro en el sur de Estados Unidos y el
Mediterráneo se cobra cientos de vidas de prófugos de la miseria; mientras tanto, el norte lava el
dinero del crimen organizado en un reparto de empresa criminal que dejan un muerto en el sur y
las rentas en el norte.
Como es natural, la concentración de
riqueza demanda un mayor control represivo para la contención de los excluidos, no se quedan
quietos, lo que implica una reducción de programas y planes asistenciales y un aumento del
aparato punitivo de los estados. Bajo la conocida consigna de achicar el
Estado, propio de la teocracia de mercado, lo que en realidad se hace es
desplazarrecursos del Estado prominente al Estado
Policial; esta tendencia se expande por el hemisferionorte y se muestra al sur como modelo. El
material penal que se envía son leyes descuidadas e improvisadas, sancionadas al compás de una
agenda marcada por la televisión. Países hasta hacepoco realmente responsables y juiciosos,
parecen haber perdido la razón a la hora de legislar penalmente; mientras tanto en todo el mundo
va aumentando el volumen de presos a veces hasta límites inconcebibles como es el caso de
los Estados Unidos con su inevitable secuela de productores condicionantes de deterioros y
de carreras criminales; la doctrina que nos llega desde esos países muchas veces se acerca cada día
más al derecho penal autoritario, derecho penal de voluntad, derecho penal de ánimo, de autor,
de peligrosidad, de seguridad; reverdecen tesis propias de los peores momentos del
totalitarismo del siglo pasado, se debilita la legalidad, se limita la potestad paliativa de los jueces,
se multiplican los tipos penales, se adelanta la punición a actos preparatorios equívocos, etcétera.
Todo esto lo justifican algunos colegas del
norte con el argumento de que en el marco de Estados democráticos y constitucionales esto no
implica los mismos riesgos del pasado, olvidando por
cierto, que son esas leyes las que van
configurando el nuevo modelo de Estado autoritario que por cierto prescinde solo de los símbolos del
pasado.
Con toda clase de argumentos los juristas
centrales tratan de justificar la pena, cada día menos
justificable ante la amplitud que cobra,
pero que bajo el manto piadoso de una supuesta
prevención general positiva, esconde el
fracaso de todas las teorías legitimantes, quedando solo
en pie el prestigio del Estado y del propio
poder punitivo.
La pregunta que queda flotando después de
esta verificación es ¿Por qué tiene éxito? ¿Qué es lo
que le da prestigio al Estado? La respuesta
no la pueden admitir los penalistas liberales porque no
es racional. El éxito, se debe en
definitiva digamos la verdad, a que la esencia de la pena fue, es, y
sigue siendo expiación y venganza. Los
únicos que atribuyeron claramente con todas las letras este
objetivo y lo pudieron hacer porque ellos
habían renunciado directamente a todo componente
racional, fueron los penalistas del
nazismo.
Hoy los medios de comunicación del centro y
los grupos monopólicos del sur vinculados estrechamente a ellos, no hacen más que
estimular de la peor manera estos sentimientos de las poblaciones, fomentando todos los
prejuicios discriminatorios imaginables. Algunos colegas del norte enmudecen frente a esto, solo atinan
a ocultar el fenómeno bajo el nombre piadoso de prevención general positiva. Seria tarea de
juristas, claro, intentar al menos impulsar la reversión de esta situación,
pero en el norte en lugar de ampliar el horizonte de
los futuros juristas mediante un entrenamiento en ciencias sociales, parece campear una
directiva general que pretende formarlos con inusitada premura como tramitadores profesionales
prescindiendo por completo incluso de las materias formadoras básicas.
No andan bien las cosas en el norte, da la
impresión de que existe una tendencia a creer que la
democracia es una realidad conquistada de
una vez para siempre, estática, cuando en realidad es
un ideal hacia el cual se marcha siempre
dinámicamente y que por desgracia jamás es del mundo
perfecto.
Personalmente, creo que se olvidan que hace
trescientos años la democracia casi no la conocía un ser humano, había monarquías de derechos
divinos, sociedades estamentarias, esclavitud, no había separación de poderes, no había
libertad de expresión, de circulación, casi de nada. Todo esto que defendemos es demasiado reciente
en la historia, y hasta hace setenta años el propio norte sacrificó millones de vidas para
preservar lo recuperado.
Da la impresión de que un manto de niebla
se va extendiendo sobre esos cadáveres, que en las sociedades con distribución mediocrática
esos sacrificios tienden a convertirse en una anécdota del pasado, con tal de conservar sus faltas
y niveles de consumo. América latina, no puede seguir recibiendo con indiferencia el producto de
las confusiones y problemas del norte. No puede hacerlo, primero, sin tener en cuenta el
contexto que lo condiciona. Segundo, sin precavernos sobre las consecuencias que pueden
acarrearnos las propias dificultades del norte. Tercero, sin meditar seriamente sobre los efectos que
tendrían esos mensajes en nuestras sociedades. Y, cuarto, sobre todo, sin meditar las
posibles soluciones alternativas que debemos instrumentar de nuestras realidades.
Nuestra realidad, nos señala un continente
que sufre las consecuencias de cinco siglos de dominación, con un proceso de
descolonización que aún no termina. Aquí, por cierto, nunca pudimos tranquilizar nuestra conciencia con
los argumentos de prevención del norte, porque nosotros siempre fuimos conscientes, como
no podría ser de otro modo, de que no tenemos democracias consolidadas e instituciones
incorruptibles; hoy comenzamos a sospechar de que no existen del todo en el norte, pero esos es
otra historia.
Cuando los teóricos de los derechos humanos
hablan de las tres generaciones de derechos humanos, en la tercera, en la última
generación, colocan el derecho al desarrollo progresivo. Pero la historia nuestra de los derechos humanos
es exactamente inversa, el derecho al desarrollo progresivo es para nosotros el
primero de los derechos humanos, porque la primera condición del desarrollo progresivo es la independencia;
y esa fue la primera lucha de nuestros pueblos con nuestros libertadores a la cabeza.
El colonialismo no ha terminado. Después de
esas luchas siguieron dictaduras sangrientas, siguieron movimientos populares de
soberanía, de autonomía, ahogados en sangre muchas veces, y la lucha anticolonialista continuó hasta
el presente. Las secuelas de estas luchas están tendidas en nuestra región, y una de sus
manifestaciones más notorias son los niveles de violencia que padecemos inherentes a nuestras marcadas
estratificaciones sociales.
El efecto de la estratificación social
sobre el poder punitivo siempre es directo, a mayor estratificación mayor selectividad del
poder punitivo, o sea, mayor represión sobre las clases subalternas y mayor impunidad para los
efectos hegemónicos. Esta selectividad se marca en toda la región solo que con diferentes niveles
de intensidad. Por ende, como hay diferentes niveles de intensidad, el mapa de violencia de la
región también es dispar, hay países con altas tasas de muerte violenta, hay otros con tasas muchos
menores, pero incluso en estos últimos, se observan concentraciones de muertes violentas, por
lo general en zonas de habitación precaria.
En muy apretada síntesis, podría afirmar
que los datos más salientes, las notas más significativas
respecto de nuestros poderes punitivos y de
los problemas que le son propios en este momento y
en toda la región son más o menos los
siguientes:
1) Hay muy poca investigación de campo
seria y confiable sobre la violencia criminal.
2) La publicidad de los medios de
comunicación en manos de oligopolios o monopolios mediáticos
es igualmente intensa en cuanto a la
incitación a la venganza y a la represión, con independencia
de las tasas concretas de muerte violenta.
3) Lo anterior indica que las muertes en sí
mismas no interesan, sino que lo que interesa es su
manipulación con objetivos políticos de
mayor represión.
4) Esta publicidad se intensifica cuando
existen administraciones que contradicen los principios de
la teocracia de mercado.
5) No hay ensayos serios de
reestructuraciones policiales, sino que las agencias ejecutivas tienden
a autonomizarse del poder político y a
disfrutar de ámbitos de recaudación autónomos.
6) La coincidencia de reacciones policiales
en defensa de sus ámbitos de recaudación con la
incitación pública de los medios
oligopolizados, puede desestabilizar gobiernos y dar lugar a
nuevas formas de golpes de Estado. 7) Buena
parte de nuestras prisiones se hayan superpobladas con su efectos de violencia,
motines,
por supuestos motines y muertes masivas.
8) Hay ejercicio desmedido de violencia
policial en muchos casos con ejecuciones sin proceso y
desapariciones.
9) Permanecen prácticas de torturas y
maltrato de prisioneros respecto de los cuales no podemos
conformarnos diciendo que no es más
sistemática.
10) Existe predominio neto de presos sin
condena o sea inversión de nuestros sistemas penales.
11) Se observa persecución, estigmatización
mediática y riesgos de destitución de jueces y
magistrados que hacen valer las garantías y
los límites al poder punitivo, con el consiguiente
amedrentamiento de los poderes judiciales.
12) Falta casi en absoluto cualquier
asistencia a los presos liberados.
13) En las campañas políticas el eje
central es la llamada seguridad, con lo que esta se transforma
en virtuales campeonatos de propuestas
represivas, autoritarias y disparatadas.
14) Se crean las víctimas héroes para
aumentar la incitación a la violencia y justificar la sanción de
leyes más represivas y violatorias de garantías
constitucionales e internacionales.
15) Se observa una general tendencia a no
resolver ningún problema social y a proyectar
públicamente una supuesta solución mediante
leyes penales descabelladas.
16) Se desarticula y descodifica la
legislación penal con la consiguiente inseguridad jurídica.
17) Hay una carencia absoluta de programas
de prevención de muertes violentas con base en la
realidad.
18) Existe resistencia incorporada a los
planes de formación jurídica del entrenamiento en ciencias
sociales y políticas de la conducta.
19) Se registran deterioros de los niveles
de jurisprudencia técnica.
20) Y, esto es general en toda la región,
es marcada la tendencia a la estigmatización de
adolescentes de barrios precarios, a veces
acompañados por estereotipos negativos denigrantes y
a veces fomentando todo gesto de
discriminaciones.
Podría agregar algunos caracteres más, pero
estimo que lo enunciado es suficiente para verificar
que necesitamos con urgencia crear nuestros
propios conceptos jurídicos penales y convocar a un
análisis multidisciplinario de la enorme
diversidad de problemas que tenemos delante de nuestro cotidianamente.
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