En plena dictadura de Lanusse, un grupo de militantes del ERP, de las FAR y Montoneros protagonizó un intento masivo de fuga del Penal de Rawson. Días después,16 de ellos fueron fusilados a sangre fría.
15 de agosto, 1972, Patagonia Argentina. Un grupo de militantes políticos del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Fuerzas Armadas Revolucionarios (FAR) y Montoneros, habla en una inusual conferencia de prensa ante unos pocos periodistas en el aeropuerto de Trelew. Fue horas después de un masivo intento de fuga del Penal de máxima seguridad de Rawson, una de las cárceles con más presos políticos del país y paradigma del confinamiento y la persecución política de la dictadura de Alejandro Lanusse.
El plan no salió como lo pensaron los líderes: de las más de cien personas que pensaban escapar, sólo 6 se fugaron a Chile y 19 quedaron amotinadas en el aeropuerto. Rodeados por los militares, los miembros de los grupos guerrilleros convocaron a los medios para anunciar que se entregarían a la fuerza pública “no sin antes exigir condiciones”. Había olor a pólvora. En minutos se hizo presente un juez federal. En el documental de Raymundo Gleyzer “Ni olvido ni perdón” (1972), Rubén Pedro Bonnet (PRT-ERP), uno de los líderes, agachó la cabeza y dijo ante las cámaras:
-Queremos garantizar nuestra integridad física. No sólo para que no nos asesinen. Tampoco queremos que las fuerzas represivas nos
torturen.
-Queremos garantizar nuestra integridad física. No sólo para que no nos asesinen. Tampoco queremos que las fuerzas represivas nos
torturen.
Los seis jefes guerrilleros que se habían fugado a Chile fueron Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna, del PRT- ERP; Marcos Osatinsky y Roberto Quieto, de las FAR; y Fernando Vaca Narvaja, de Montoneros. Todos se subieron a un avión secuestrado y fueron refugiados por el gobierno de Salvador Allende. De ahí volaron a Cuba, donde pidieron por la vida de los 19 presos que, por un error en la planificación de la fuga, se subieron a unos taxis desde el Penal y nunca llegaron a tiempo para tomar el avión.
La masacre que los militantes querían evitar con la conferencia, finalmente, ocurrió. A la madrugada del 22 de agosto, en la Base Naval Almirante Zar, los 19 detenidos fueron sorpresivamente despertados y sacados de sus celdas. Según testimonios de los tres únicos sobrevivientes, mientras estaban formados y obligados a mirar hacia el piso fueron ametrallados indefensos por una patrulla a cargo del capitán de corbeta Luis Emilio Sosa y del teniente Roberto Bravo. La mayoría murió desangrada en el acto. Algunos heridos fueron rematados con armas cortas en el piso. Los sobrevivientes fueron trasladados al día siguiente a Puerto Belgrano. Eran Alberto Miguel Camps (FAR), que sería ejecutado años después por los militares, en 1977; y María Antonia Berger (FAR) y Ricardo René Haidar (Montoneros), desaparecidos en 1979 y 1982, respectivamente.
Los fusilamientos fueron justificados, en aquel momento, con una versión oficial de "intento de fuga". Como consecuencia de los disparos fallecieron Rubén Pedro Bonet, Jorge Alejandro Ulla, Humberto Segundo Suárez, José Ricardo Mena, Humberto Adrián Toschi, Miguel Angel Polti, Mario Emilio Delfino, Alberto Carlos Del Rey, Eduardo Campello, Clarisa Rosa Lea Place, Ana María Villarreal de Santucho, Carlos Heriberto Astudillo, Alfredo Elías Kohon, María Angélica Sabelli, Mariano Pujadas y Susana Lesgart.
El pueblo de Trelew no vivió ajeno a la masacre. Tras el fusilamiento, los vecinos se organizaron para reclamar y convirtieron en el centro de operaciones el Teatro Español, un edificio señorial que todavía sigue abierto frente a la plaza Independencia, poblada de pinos. Allí colgaron un cartel que decía: “Prohibido dormir” y organizaron una serie de medidas de protesta.
El pueblo de Trelew no vivió ajeno a la masacre. Tras el fusilamiento, los vecinos se organizaron para reclamar y convirtieron en el centro de operaciones el Teatro Español, un edificio señorial que todavía sigue abierto frente a la plaza Independencia, poblada de pinos. Allí colgaron un cartel que decía: “Prohibido dormir” y organizaron una serie de medidas de protesta.
La dictadura de Alejandro Agustín Lanusse no les perdonó ese gesto de insurrección: el 11 de octubre de 1972, un avión Hércules aterrizó en Trelew y un batallón de soldados inundó la ciudad con allanamientos y detenciones en lo que se llamó “Operativo Vigilante”. Un grupo de vecinos fue trasladado a Buenos Aires, donde fueron encerrados en la cárcel de Devoto. Tras meses de lucha, lograron su libertad. Esas historias están contadas en el notable libro “La pasión según Trelew” (1974), de Tomás Eloy Martínez y en el documental “La fuga que fue masacre” (2004) de Mariana Arruti.
La causa judicial por los fusilamientos tuvo enormes dilaciones y la sentencia llegó tarde. El 15 de octubre de 2012, el presidente del TOF de Comodoro Rivadavia, Enrique Guanziroli y sus colegas Pedro de Diego y Nora Cabrera de Monella condenaron a prisión perpetua a los ex capitanes de fragata Luis Sosa y Emilio Jorge del Real y al cabo Carlos Marandino por los asesinatos de 16 militantes peronistas y de izquierda y tres tentativas de homicidio. Varios represores fueron absueltos o no llegaron a ser juzgados. Otros, fallecieron en la impunidad.
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