La firmeza de las palabras de la compañera Dilma Roussef momentos después de consumarse el Golpe parlamentario contra su gobierno, muestra la disposición de lucha de millones de compatriotas, no sólo en Brasil sino en todo el continente latinoamericano, frente a la ofensiva restauradora que impulsa el imperialismo. “Creen que ganaron, pero están equivocados -advirtió Dilma-. Sé que todo el mundo va a luchar. Habrá contra ellos la oposición más firme, incansable y llena de energía que un gobierno golpista pueda sufrir.” Esto es lo principal, lo determinante, en particular frente a las trampas de quienes (por derecha y por ‘izquierda’) pretenden que nos ahoguemos en un mar de lágrimas. Es mucho lo que está en juego para las grandes mayorías.
Apenas unos días antes, el compañero Evo Morales denunció un intento de Golpe en Bolivia, dramáticamente corroborado al conocerse el brutal asesinato de su viceministro de Interior, quien fue linchado cuando procuraba destrabar un conflicto con empresas mineras que rechazan la sindicalización de sus trabajadores y pretenden asociarse a las grandes transnacionales. Se trató de un crimen político sin antecedentes. Buscaban una reacción del gobierno que posibilitara un desmadre de la conflictividad cuyo desenlace siempre es incierto. El gobierno del MAS no entró en la provocación aunque adoptó las medidas necesarias para frenar la embestida.
Venezuela bolivariana continúa siendo el blanco principal de los yanquis. Sincronizados con la asonada que destituyó a Dilma, la contrarrevolución buscó dar inicio a un proceso de desestabilización escalonado impulsando ‘La gran toma de Caracas’, que no fue tal por la masiva y decidida movilización de las fuerzas populares leales al liderazgo del compañero Nicolás Maduro. Desde la muerte del Comandante Chávez, no ha transcurrido un día en el que Venezuela no fuera objeto de una agresión: el protagonismo de las masas es lo que ha definido cada circunstancia en defensa de la Revolución.
En este marco de disputa continental (tal como lo caracterizó Cristina recientemente) se extiende en nuestro país el descontento social. El impacto de la aplicación del neoliberalismo fue configurando -en sólo 9 meses- un escenario en donde una clara mayoría de la sociedad adversa las políticas del gobierno nacional. El deterioro político de la Alianza Cambiemos se acentúa al asistir al crudo espectáculo de sus más encumbrados funcionarios quienes, cual autitos chocadores, se debaten entre la ineptitud, la torpeza, la desidia y la desorientación.
Sin embargo, es la política económica la que produce verdaderos estragos. En el mes de julio, la producción industrial de las Pymes cayó un 7,8 por ciento, la mayor en siete meses, con una caída anual del 4,9 por ciento. Los puestos de trabajo en la actividad de la construcción registraron una caída del 14, 4 por ciento durante junio. El dato representa la contracción más pronunciada desde 2007, cuando comenzó a realizarse la medición (IERIC). La parálisis de la obra pública y el desmantelamiento de los créditos para vivienda explican este retroceso histórico. En agosto las ventas de los comercios minoristas (medidas en cantidades) cayeron según la CAME 7,4 por ciento en relación a igual mes del año anterior, con una baja interanual de 6,7 puntos. Parecen datos inconexos pero no lo son: la participación de los trabajadores en el PBI retrocederá este año del 51,2 al 48,5 por ciento, casi tres puntos porcentuales.
En el transcurso de una semana se produjeron dos acontecimientos de envergadura que explican el título de este editorial. La Marcha de la Resistencia (que se extendió por 24 horas) y la Marcha Federal expresan dos momentos de un mismo camino de acumulación en la batalla contra la aplicación del neoliberalismo. El enemigo intentó contraponerlas intentando mostrar un kirchnerismo aislado y menguante. Pero no hay caso, los desvela el liderazgo de Cristina y por eso no pierden oportunidad para deslegitimarla políticamente. Lo que no contaron es que en la masividad de la Marcha Federal lo que primó fue un kirchnerismo suelto extendido en la masa de los trabajadores, que son los que cada día presionan con más fuerzas a sus dirigentes para que enfrenten con determinación al gobierno antipopular de Mauricio Macri. Los discursos de Máximo Kirchner y Hugo Yasky supieron expresar en ambas tribunas este sentir mayoritario.
El gobierno reaccionó con la verba represiva que los caracteriza, hablando de extremistas y planes subversivos. Se vienen meses de creciente conflictividad donde, además de los ataques del gobierno, deberemos estar atentos frente a quienes buscan dividir el campo popular y aportar base social hacia algunas de las alternativas que la derecha va perfilando, llámese Massa, “renovación peronista” o cómo se llame.
Resistencia, organización y conducción de Cristina. Sólo bajo estos preceptos, vamos a estar a la altura de las necesidades de nuestro pueblo.
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