Por Venezuela, por Brasil, por Argentina
Cada país cuenta con sus particularidades, características peculiares y procesos políticos originales. Sin embargo, el enemigo es común y sus formas de desestabilización similares. Un mismo hilo conductor atraviesa por estas horas las realidades de Venezuela, Brasil y la Argentina. No es casual la elección. Se trata de los tres pilares sobre los cuales se apoya el proceso de integración de toda América Latina. Cualquier alteración en este eje político y estratégico repercutirá de manera decisiva en el mapa continental, con impactos también en el tránsito del mundo a la multipolaridad. Debemos decir que esto se produce en las vísperas de la realización de la Cumbre de las Américas en Panamá, signada por el retorno victorioso de Cuba Socialista y los inéditos avances en el proceso de Paz en Colombia. Los yanquis no van asistir en una posición de defensiva; en tal caso están avisando que no están dispuestos a ceder posiciones alegremente.
Sin dudas es Venezuela el epicentro de las provocaciones del imperialismo norteamericano. No bastaron la guerra económica, la manipulación del precio del petróleo o las acciones golpistas (todas desmanteladas). El decreto de Obama que considera a la República Bolivariana una “amenaza extraordinaria a la seguridad nacional” de los Estados Unidos abre paso a una nueva aventura militar e inaugura un escenario de extrema gravedad en nuestra región. Rápidamente se constituyó el escudo multilateral: primero Unasur y Celac, luego Rusia y China al frente de los Brics, dejaron en claro que no tolerarán un quiebre del orden institucional y menos aún una agresión externa. El compañero Nicolás Maduro, cuyo liderazgo se ha consolidado al calor de una confrontación que es permanente, abroqueló con celeridad el frente interno, con un rol destacado de las fuerzas armadas. Hasta dónde avanzarán los yanquis, es difícil preverlo. Por lo pronto, asegurar la estabilidad y la paz en la nación caribeña, y garantizar la realización de las elecciones parlamentarias previstas para el segundo semestre, es lo que choca de frente hoy con los planes de los Estados Unidos.
Brasil ha sido testigo días atrás de un crudo espectáculo del odio de clase. La movilización opositora del pasado 15 de marzo (con una asistencia ostensiblemente exagerada por los medios masivos de comunicación) es parte de un largo derrotero que comenzó en 2013 con violencia en las calles, que se propuso luego sabotear el Mundial, que después intentó frustrar la reelección de Dilma, y que fracaso tras fracaso, ahora pide lisa y llanamente por el juicio político a la Presidenta Rousseff. Banca privada, el complejo industrial paulista y los monopolios de la desinformación constituyen el mascarón visible, seguidos por las fuerzas de la derecha política. Pero detrás están los yanquis, tal como lo evidenció la milimétrica organización del paro de camioneros en un país de dimensiones continentales. Lula, Dilma y la conducción del Partido de los Trabajadores conforman el blanco de los ataques. No es gratuito haber incorporado a 40 millones de brasileros a la clase media o haber preservado a Petrobrás de las transnacionales de la energía.
En nuestro país se va deshilachando la espesa operación montada en torno al fiscal Nisman (denuncia y muerte) pese al denodado esfuerzo de Clarín y sus satélites. El histórico 1ero de marzo reacomodó las cargas, con un centro de gravitación hegemonizado de manera excluyente por Cristina. La gestión y sus definiciones políticas son lo determinante, ahí está todo lo que necesitamos para encarar la campaña electoral. Es decir, el candidato es el proyecto. El hecho más reciente es lo anunciado por la Presidenta acompañada por la conducción de Federación Agraria. Se dispuso la segmentación de retenciones para los pequeños y medianos productores de granos cuya escala de producción se ubique por debajo de las 700 toneladas. La iniciativa alcanzará a más de 46 mil chacareros, el 70 por ciento del total de productores del país. No sólo constituye un avance, sino que logra quebrar esa entente al servicio de la Sociedad Rural y el entramado agroexportador que ofició de instrumento desestabilizador y vapuleó durante años los intereses de los federados, mientras eran utilizados como fuerza de choque. “Es cierto, a veces soy dura, pero quiero decirles que siempre he sido dura con los de arriba; jamás con los de abajo”, recordó Cristina.
A tono con las órdenes impuestas por Magnetto (Clarín) y Betnaza (Techint) en el Foro de Convergencia Empresarial, la oposición se encamina hacia una nueva Alianza, una opción unificada que confronte con el Frente para la Victoria. Esa es la estrategia del enemigo; resta saber si lograrán incluir a todos en el nuevo engendro. La otra parte del plan apunta a disputar una parte del PJ, hoy identificado y encolumnado mayoritariamente en torno al liderazgo de la Presidenta. La derecha siente pánico, que es mayor todavía cuando se baraja la presencia de Cristina en la boleta.
Más que nunca debe prevalecer lo principal: asegurar el triunfo que garantice la continuidad del proyecto nacional. Bajo la conducción de Cristina, sin feria de vanidades ni actitudes que faciliten la división y debiliten nuestras posiciones. Este es el enfoque revolucionario hoy en la Argentina.
Editorial de "Nuestra Palabra", Periódico del Partido Comunista C.E. (P.C.C.E)
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